No caiga en el juego de poder de la culpa
Alguien rompió algo. No sabemos qué, pero necesitamos que alguien pague. Urgimos en hacerle sentir culpable para subir para buscar alivio espontáneo.
Vivimos obstinados con tener culpables. Se necesita siempre de un aparente culpable para todo lo que nos sucede. Vivimos en una sociedad que confunde la culpa con virtud. Pedimos perdón hasta por disfrutar. Incluso hace carrera una locución contradictoria: “placeres culposos”.
Vamos entre la dicha que lleva a la culpa y los golpes de pecho que nunca resuelven nada.
Desde niños aprendemos que hacer sentir mal a alguien es pecado emocional: “pide perdón”, “mira lo que hiciste”. Así se instala la culpa como deuda afectiva: una moneda que se cobra en silencios, favores o sacrificios.
La denominada “culpa católica” lo enseña bien: nacemos en deuda. El pecado original nos declara culpables antes de cualquier acto. Si la........





















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