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El lujo actual de prestar atención

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Estábamos sentados en la misma mesa. Tres personas. Tres mundos distintos. Yo leía El valor de la atención, de Johann Hari. Frente a mí, las otras dos trabajaban en sus computadores: tecleaban, respondían correos, editaban videos. De vez en cuando alguien decía algo, una frase suelta, un comentario sin aterrizaje. Intentábamos sostener una conversación. No pasaba nada.
Nadie estaba del todo ahí. Tampoco del todo en otro lugar. Era una escena extraña, muy de estos tiempos: presencia física sin encuentro real. Compartíamos el espacio, el café, la mesa, pero no la atención. Todo estaba fragmentado. La conversación nacía débil y moría rápido, como una chispa sin oxígeno. No había mala intención. Había dispersión. Había hiperestimulación. Había cansancio mental.
Con el tiempo, esas dos personas ya no siguieron en mi vida. El libro sí.........

© La Patria