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Venezuela volverá a moverse en la Tierra de Gracia, por Rafael Veloz García

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Venezuela está a las puertas de un proceso extraordinario: una transición que no solo busca restablecer la legitimidad democrática, sino reconstruir los cimientos materiales que permitan que un país funcione. Entre esos cimientos, pocos son tan visibles, tan indispensables y tan determinantes como el transporte. Moverse no es un lujo; es la condición mínima para vivir, trabajar, estudiar, producir y mantener unida a la nación. Sin movilidad no hay economía posible, ni cohesión social, ni seguridad, ni esperanza.
Por eso, el Programa de Organización Ciudadana, POC y el Frente Amplio Profesional Internacional (FAPI), en el marco del ”Programa Venezuela Tierra de Gracia”, presenta al Comando Venezuela, por medio del diputado de la Asamblea Nacional 2015, Omar González Moreno, un conjunto de orientaciones urgentes y estratégicas para actuar sobre este sector desde las primeras 100 horas y 100 días del nuevo Gobierno. Se trata de un plan que combina realismo con visión de futuro y que asume el enorme reto de comenzar a revertir décadas de abandono.

Un país detenido: la crisis del transporte
Durante años, los venezolanos han sido testigos de una lenta y luego vertiginosa paralización de su capacidad de movilizarse. No se trata solo de carreteras en mal estado o de metros que dejaron de funcionar con eficiencia: estamos ante un colapso sistémico de toda la infraestructura de transporte del país.
Las grandes arterias viales, otrora orgullo continental, lucen hoy agrietadas, sin demarcación, sin iluminación y con fallas estructurales que han costado vidas y territorios enteros desconectados. Muchas rutas troncales se han vuelto peligrosas no solo por su deterioro físico, sino por la ausencia de presencia institucional, interrumpidas por alcabalas arbitrarias, zonas de delincuencia y tramos donde ya no circula transporte público.
Los sistemas ferroviarios y metroviarios están prácticamente desmantelados. El Metro de Caracas, que alguna vez fue referencia en América Latina, opera de forma intermitente, con trenes deteriorados, estaciones cerradas, escaleras sin funcionar, falta de ventilación y sin las mínimas condiciones técnicas para garantizar la seguridad de millones de ciudadanos. Los proyectos ferroviarios prometidos desde hace décadas quedaron reducidos a estructuras fantasmas entre la maleza, monumentos al despilfarro y la corrupción.
El transporte urbano, por su parte, se convirtió en una metáfora viva de la precariedad........

© La Patilla