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Orlando Viera-Blanco: La transición como política de Estado II, La pedagogía del alma

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11.11.2025

“Venezuela necesitará un espacio de catarsis nacional; narrar los abusos, reconocer a las víctimas y permitir que los culpables asuman su responsabilidad ante la historia y la conciencia”

La transición venezolana debe inspirarse en la pedagogía del reencuentro. No se trata de absolver a los culpables ni de relativizar los crímenes, sino de reconstruir una nación emocionalmente viable. Hoy millones de venezolanos viven entre el rencor y la desesperanza, en el exilio, entre la nostalgia y la rabia. Al final no hay vencedores ni vencidos, sino toda una sociedad devastada que debe reconocerse como parte de una misma tragedia nacional.

La empatía no sólo se edifica con los victimarios excusables [más adelante volvemos con este concepto]. También con aquellos que, habiendo sido cautivados como afectos, hoy necesitan ver en la alternativa de poder y de querer, actitudes nobles y amigables.

Y no lo es [amigable] encasillar a quienes apelan a la libertad a través de la humanización del adversario, como normalizadores.

Es muy peligroso colocar a María Corina como un actor político “víctima de normalizadores”. Esta etiqueta a quién le resta capacidades y cualidades armonizadoras fundamentales, es a ella. Algunos dicen: “Es obvio que los normalizadores detestan a María Corina Machado, su dirección política, a sus aliados y, por supuesto, su premio Nobel de la Paz. Es normal disentir de una líder legitimada en una primaria democrática y ratificada tras un resultado electoral que convirtió en presidente electo a un desconocido. Pero entre criticar sus decisiones y repetir la narrativa del chavismo hay diferencias enormes”.

Analizaremos en esta segunda entrega sobre redención social como política de estado, la necesidad de lograr un cambio político asistido de un cambio cultural. No es sólo migrar de un modelo de poder autoritario. Es hacerlo mutando nuestro modo de ser, estar y de pensar. Es cambiar de actitud. Por cierto, asumir ese desafío es en gran parte la tarea que nos ha dejado lustros de anomia.

La lección aprendida es asumir la responsabilidad de lo sucedido. No es normalizar detestando a María Corina. Por el contrario, es volver a la normalidad después de décadas de anormalidad ciudadana. Es ella además a quién corresponde como líder, justo a muchos otros, contribuir a reconocer las carencias, indiferencias y omisiones que nos llevaron a este accidente histórico. Esa también es la función de un líder. Saber a profundidad las causas que llevaron a nuestra sociedad, a caer en esta tragedia. Chávez fue una consecuencia no una causa.

Y es bueno insistir [Hannah Arendt]: Sólo el perdón y la redención, hacen que cambien las consecuencias y reflexionemos sana y sensiblemente, sobre las causas. La pregunta sigue siendo: no por qué algunos obedecieron frente al mal, sino por qué cooperaron. En la respuesta encontraremos nuestras propias ausencias grupales.

No atemperar ni olvidar. Tampoco azuzar divisiones

No hablamos de olvidar ni atemperar horrendos crímenes. Esa es la falacia de quiénes se atribuyen la cualidad de “anti-normalizadores”: juzgan y condenan sin diferenciar entre un cooperador por conveniencia y un conciliador genuino.

No es verdad la idea de rechazar a un líder “por convertir a un Presidente electo a un desconocido”. María Corina demostró desprendimiento, entendimiento y madurez política al darle su apoyo a un hombre, que tuvo la habilidad de ofrecer su candidatura deslizándose en sobre el ventajismo del régimen. Por lo tanto, salir al ruedo de la lucha política, aun habiendo sido “un desconocido” fue un acto apropiado y valiente. Los riesgos que enfrentaría [Edmundo] hoy no son una ilusión. Están a la vista.

La diatriba normalizadores vs. moralizadores además de injusta e inapropiada es inoportunamente divisional. Además, desvía la atención del objetivo y el post-objetivo: desanudar una sociedad embriagada de confusión, desengaño y violencia. Qué levante la mano quién se siente responsable de lo [mal] vivido. ¿Quién asume la llegada de la ‘revolución bolivariana’ aún sin votarla, elegido ni militado como causante y, en efecto, consecuencia histórica........

© La Patilla