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Franklin Chang Díaz y los años venezolanos del astronauta con más misiones al espacio, por Luis Alberto Perozo Padua

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23.10.2025

Antes de conquistar el espacio, Franklin Chang Díaz soñó con las estrellas desde un techo en Altagracia de Orituco. Aquella Venezuela luminosa fue el punto de partida de su destino sideral

«Nunca había visto un cielo tan bello. El firmamento se cubría de estrellas infinitamente más numerosas que en cualquier otro lugar.»
—Franklin Chang-Díaz, sobre sus noches en Venezuela

A veces, el destino comienza en un gesto tan simple como mirar hacia arriba. Franklin Chang-Díaz tenía cuatro años cuando descubrió que el cielo podía ser un territorio de asombro. En las noches cálidas de Altagracia de Orituco, aquel pueblito indígena de doctrina, denominado a partir de 1676 como Nuestra Señora de Altagracia, trepado al techo de la casa junto a su hermana Maruja, llevaba toronjas espolvoreadas con azúcar para endulzar la vigilia.

Desde allí, escondidos de sus padres, observaban el universo desplegado sobre el llano. “Nunca había visto un cielo tan bello —escribiría después—. Se cubría de estrellas infinitamente más numerosas que en cualquier otro lugar”. Nadie podía sospechar que ese niño curioso, hijo de Ramón Ángel Chang Morales, un inmigrante chino-costarricense y de María Eugenia Díaz Romero, una madre dulce y perseverante, sería algún día el primer latinoamericano en viajar al espacio. Ni que aquellas noches en el corazón de Venezuela serían la semilla de una vocación que lo llevaría más allá de la atmósfera terrestre.

La Venezuela que lo adoptó

Franklin Ramón Chang Díaz vino al mundo en San José de Costa Rica, un 5 de abril de 1950. Apenas comenzaba a balbucear las primeras palabras cuando sus padres emprendieron rumbo a Venezuela, seducidos por aquel país que, en los años dorados del petróleo, se anunciaba como la tierra donde los sueños se volvían posibles: “el sueño venezolano”. El país hervía de petróleo, modernidad y promesas. En 1950 —el mismo año de su nacimiento—, Venezuela era la cuarta economía más rica del mundo, según el World Economic Forum. Para muchos latinoamericanos, representaba el lugar donde los sueños podían hacerse realidad.

Su padre, Ramón Ángel, trabajó sin descanso en proyectos que simbolizaban el progreso de la nación. Fue operador de maquinaria en la construcción de la urbanización Tanaguarena, jefe de maquinaria pesada en la carretera Altagracia–Guatopo–Santa Teresa del Tuy, gerente de talleres del Ministerio de Obras Públicas, subdirector de operaciones de una planta de la Compañía Venezolana de Cementos en el Golfo de Maracaibo, y director de maquinaria pesada en la represa de Guanapito.

La familia vivió en Macuto, Caracas, San Juan de los Morros, la Isla de Toas y Altagracia de Orituco. Aquella itinerancia, más que una incomodidad, fue una escuela. “Venezuela se había convertido en el destino de muchos costarricenses —recuerda el astronauta—.

Su riqueza petrolera había iniciado un período de expansión que retaba la capacidad de oferta nacional en personal calificado”. Para Ramón Chang, aquellos años fueron la edad de oro. “Nunca volvería a vivir algo parecido”, escribiría el futuro astronauta. En los........

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