menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

León Sarcos: Issac Asimov, literatura científica de humana calidad

14 0
09.06.2025

A Patricia Gabriela Sarcos Álvarez

Lo más triste de la vida actual es que la ciencia acumula conocimiento más rápidamente que la sociedad sabiduría…

Cuando la estupidez se considera patriotismo, no es seguro ser inteligente…

La vida es agradable. La muerte tranquila. Lo difícil es la transición. Issac Asimov.

Él estaba en mi cerebro. Yo había estado leyendo Momentos estelares de la ciencia (1959). Dormía plácidamente. Me encontraba en una inconmensurable pradera donde germinaban computadoras y robots ubicados alternadamente. Caminaba, admirado con semejante escenario. Una figura humana iba delante de mí. Asaltado por la curiosidad y el temor, lo toqué: era Isaac Asimov. Se mostró sonriente al verme. Lucía muy contento. Le pregunté: maestro, ¿qué nos diferencia del robot? Insistió –sin quitarme la vista– en sonreír, para responderme, aventajado en confianza como siempre: Un robot no puede soñar.

Desde los 19 años, cultivó con deslumbrante prodigalidad la literatura y escribió una página única en el campo de la ciencia ficción como escritor de novelas, cuentos y relatos cortos. Junto a Robert A. Heinlein y Arthur C. Clarke, es considerado como uno de los tres grandes escritores en el género, por lo que recibirá el reconocimiento mundial de los mejores especialistas y críticos y los máximos honores en campo de la ciencia ficción.

Este prestigioso científico, graduado originalmente en química en la Universidad de Columbia en 1939, con maestría en 1941 y doctorado en 1948, dedico la mayor parte de su vida a mostrar y recrear ingeniosamente la ciencia como una actividad esencialmente humana, demasiado humana para convertirla en materia prima de fácil consumo, especialmente para el profano. Fue uno de los mayores divulgadores del clásico y alejado mundo de la ciencia, al igual que Sagan, haciéndolo accesible para el común de los seres humanos, no importando su formación y su edad:

Una de las razones de que la mayoría de nosotros desconozca más cosas de las que podía saber es que, sencillamente, no se ha molestado en pensar. La mayoría de la gente ocupa su tiempo en las obligaciones inmediatas y cotidianas: qué voy hacer, qué debo pagar, a dónde vamos a llevar a los niños, cómo trabajar más para ganar más, qué voy a comprar, cómo me voy a divertir, y así, en un abrir y cerrar de ojos, ha transcurrido la existencia.

Y cuando llegaron la radio y la televisión, la mayor parte del tiempo ocioso lo consumían esos artefactos tecnológicos en pequeña escala, hasta que aparecieron las nuevas tecnologías a finales del siglo XX y con ellas las redes, el mercadeo y explotación de la propia imagen, de tal manera que la auténtica capacidad de leer y relatar se fue convirtiendo en un arte arcano, y las sociedades lenta e inexorablemente se han ido hundiendo en la estupidez y la sinrazón.

Issac Asimov no solo ayudó a popularizar de una manera simple e ingeniosa la ciencia con el libro de las Cien preguntas básicas sobre la ciencia, Breve historia de la química, Introducción a la ciencia, Vida y tiempo, entre muchos otros; también lo hizo con la historia cuando escribió sobre las culturas antiguas, Egipto, Grecia, el Imperio romano, la Edad Media, y las sociedades modernas, Inglaterra, Francia y Estados Unidos y la Guía de la Biblia, un trabajo meticuloso sobre el Antiguo Testamento (1967) y el Nuevo Testamento (1969), después compilado en un libro de 1.300 páginas aparecido en 1981.

Incursionaría también en el campo del cuento de misterio con Los viudos negros y en la biografía, donde escribiría It’s Been Good Life (2002), una recopilación de notas y correspondencia y su autobiografía, Yo, Asimov. Memorias (1994), en un estilo personalísimo. Yo diría que el panegírico más desmesurado a su ego que ha hecho una mente brillante, para estimular, sin pretenderlo, el desencanto por sus meritorios logros. Ello, sin embargo, no le quita brillo, al hecho de quienes no dudan en catalogar su obra de esplendorosa y monumental.

Se casó el 26 de julio de 1942 con Gertrude Blugerman –no muy enamorado, confiesa el escritor– con la que tuvo dos hijos: David, nacido en 1951 y Robyn en 1955. Se divorció en 1973 y esta vez se casó con Janet Opal Jeppson, nacida en 1926 y fallecida en 2019, quien lo acompañó hasta el final de sus días.

Nacido para saber y crear

Issac Asimov, nació el 2 de enero de 1920 en Petrovichi, Rusia. Sus padres, Judah Asimov (1891-1969) y Anna Rachel Berman (1896-1977), de origen judío ruso, emigraron a Estados Unidos en 1923, y en 1928, ya era ciudadano estadounidense. Su juventud transcurrió entre los estudios y el trabajo que desempeñaba en una tienda de golosinas que tenía su padre en el barrio de Brooklyn.

Su afición y amor por la lectura nació y se fortaleció en la biblioteca pública, que llegó a ser su estancia predilecta –ni la primaria ni la secundaria me ayudaron mucho, confiesa– después del abasto, donde estaba obligado a cumplir una jornada desde muy joven y tuvo lecturas alternativas y su casa. De ahí nació su famosa convicción: Solo la autoeducación, creo firmemente, es el único tipo de educación que existe.

Sus primeras lecturas, La Ilíada, que de tanto leerla llegó a recitar de memoria y La Odisea que era menos sangrienta. Siguieron las obras completas de Shakespeare, de las cuales recuerda, emocionado, La tempestad, que era la primera del libro a pesar de ser la última que escribió el gran escritor inglés en solitario. Me gustó La comedia de las equivocaciones y Mucho ruido y pocas nueces. No me gustó Romeo y Julieta por sensiblera, afirma en sus Memorias.

No recuerdo, dice Asimov, en qué momento leí a Hamlet y al El Rey Lear, pero estoy seguro de que me resultó su lectura tan agradable que, siendo un infante, sentí que los había leído mucho tiempo atrás. Un día no pudo ir a la biblioteca; enfermo en cama, pidió a su padre que le sacara un libro de su gusto y escogió la biografía de Thomas Edison, lo que representó, según él, su entrada al mundo de la ciencia y la tecnología.

Después leería Los Tres Mosqueteros y con ellos la historia de Francia, la de Grecia, la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides y la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Gibbon, entre muchas otras obras selectas. La valoración de la biblioteca pública, como un gran tesoro, tendría un peso fundamental en el proceso de formación autodidacta de Asimov. Y él se encargará de recordarlo con agradecimiento.

De los clásicos a la literatura de folletín

Durante los años 20 y 30 del siglo pasado no había llegado aún la televisión; sin embargo, los........

© La Patilla