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León Sarcos: China, la sucesión de Mao y el camino al mercado

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24.03.2025

No vayas donde el camino te lleve. Ve donde no hay camino y deja huella. Waldo Emerson

El secreto del liderazgo es simple: haz lo que crees, dibuja una imagen del futuro y ve allí. Seth Godin

Una gran persona atrae a grandes personas y sabe cómo mantenerlas unidas. Goethe

Todo dictador es cruel, y cada uno tiene, en cualquier tiempo histórico donde le haya tocado gobernar, el registro de cuantiosas víctimas y numerosas atrocidades que a su retiro o su muerte, los historiadores se encargarán de contabilizar en su hoja de vida.

Cuentan, para los juicios reales o los practicados por las instituciones encargadas de aplicar la justicia en su país, o para organismos a nivel internacional, en juicios más simbólicos que realmente sancionadores y ejemplarizantes –con sus excepciones. La mayoría se va liso y sin remordimientos, creyendo haber cumplido con su deber.

Stalin, en la Unión Soviética, después de veinte años de iniciada la Revolución Bolchevique, perpetró la mayor masacre de Estado jamás realizada en Europa en tiempos de paz. A él se le atribuye el término enemigo del pueblo, que era algo así como una sentencia de muerte; en dieciséis meses, entre agosto de 1937 y noviembre de 1938, ordenó la ejecución de 750 mil ciudadanos soviéticos después de ser condenados a muerte por un tribunal especial, en juicios sumarios y amañados. Un equivalente a 50.000 ejecuciones mensuales, un promedio de 1.600 diarias y otras 800 mil personas fueron enviadas a los campos de trabajos forzados que integraban el sistema penal soviético conocidos como gulags.

La perversión de Stalin era de tal magnitud que disfrutaba la humillación de sus seguidores y dirigentes de confianza cuando quería someterlos a prueba. Kruschev cuenta, en la histórica carta secreta de 1956, después de haber servido como comisario político en Kiev, cómo fue obligado por el siniestro autócrata –después de llamarlo a trabajar en su círculo íntimo– a bailar para él una danza típica de Kiev, para probarle hasta qué punto estaba familiarizado con la cultura de aquella ciudad. En pleno régimen de terror el comisario no dudó en hacerlo.

Los desastres de la revolución permanente

El buen líder dice la verdad. El mal líder sabe lo que se vende mejor. Confucio

A Mao Tse Tung se le cargó la responsabilidad –bajo su mandato absoluto, entre 1959 y 1962, durante la revolución permanente y su famoso Salto Adelante– de la muerte de 20 millones de sus compatriotas al provocar, resultado de sus disparates económicos, una de las más célebres hambrunas del siglo veinte y se estima, siendo conservador, que otros 10 millones de chinos perdieron la vida durante los enfrentamientos, persecuciones y asesinatos del frenesí provocado por su famosa Revolución Cultural –entre 1966 y 1976, durante los desmanes perpetrados por la Guardia Roja–, fase en la que duró su delirio de acabar con la tradición confuciana e imponer los valores proletarios del comunismo. Nunca lo logró, pero pienso –por las confesiones hechas al periodista Edgar Snow–, que por lo menos murió arrepentido: Soy un monje que va por el mundo con un paraguas agujereado.

Pero en democracia también se exhibe el regusto autoritario de mucho dictador camuflado que transpira megalomanía, que no tiene equipo porque no lo requiere o prescinde a su antojo de cualquiera de sus miembros sin explicación alguna, que los humilla en público porque solo él sabe, que se burla de las mujeres en ejercicio del poder porque el gobierno es solo para hombres, y además, no puede haber otra condición, que no sea macho y hembra, al igual que en el resto del mundo animal.

Ellos también resultan repulsivos para aquel que puede discernir. Y es de tal gravedad la ejecución de sus acciones, como lo son las realizadas por el auténtico dictador: ordenar asesinatos o crímenes inducidos en masa. El pretendido demócrata lo emula, enfrentándose a los asuntos públicos con el más singular de los desparpajos y la más soberbia e impulsiva de las ignorancias, lo que generalmente puede llegar a tener consecuencias similares a las temerarias y crueles decisiones tomadas por las autocracias.

Mao y los enigmas de una sucesión

Los patos salvajes siguen al líder de su parvada, por la forma de su vuelo, no por la fuerza de su graznido. Proverbio chino

Después de la reconciliación entre los Estados Unidos y China, iniciada con la visita de Nixon en 1972, el final del gran líder chino se aproximaba, por lo que la lucha de facciones que él siempre había alimentado crecía, y luego de la muerte de Lin Piao, el sucesor que Mao había elegido, el futuro del proyecto chino estaba aún por definir, al igual que el nuevo liderazgo. China buscaba un deslinde y un camino propio, lejos de la ortodoxia marxista.

Mao se había puesto al timón de un país destruido por la guerra y había maniobrado entre facciones internas opuestas, varias superpotencias hostiles, un tercer mundo contradictorio y unos vecinos suspicaces. Mao consiguió que China participara en todos los círculos concéntricos que se superponían, y que no se comprometiera con ninguno.

De acuerdo con Kissinger, cuando en 1972 el presidente Nixon se reunió por primera vez con Mao, ya asomaba síntomas graves de enfermedad; tocado comentaba –con cierta ironía para un ateo– que había recibido una invitación de Dios. En lugar de escoger a su nuevo sucesor, trató de institucionalizar su propia ambigüedad. Lo que legó a China fue un paquete de enconadas rivalidades políticas, promocionando liderazgos de uno y otro lado de su perspectiva sobre el destino de China.

Mao, con su distinguida circunlocución, acicateaba a los dos bandos más fuertes y luego los enfrentaba, al tiempo que fomentaba las contradicciones entre los moderados –Chou En-lai y Deng Xiaoping– para asegurarse de que nadie poseyera un dominio lo suficientemente claro como para erigirse en autoridad comparable a la suya.

Reformistas vs Puristas

En términos de estilo nada con la corriente. En termino de principios permanece firme como una roca. Thomas Jefferson

En un lado estaban los administradores prácticos, partidarios de abrir a China al mundo y avanzar en el aprendizaje de la ciencia y la tecnología occidental y en prácticas económicas capitalistas. Aquí encontramos a Chou a la cabeza, seguido por Deng, como figuras centrales.

Del otro lado los puristas ideológicos, consagrados a la revolución permanente, a los que Mao después bautizaría despectivamente como la banda de los cuatro, encabezados por su mujer Jian Qing, actriz y productora de teatro; Zhang Chunqiao, un periodista y teórico político; Yao Wenyuan, un crítico literario izquierdista, y Wang Hongwen, un antiguo guardia de seguridad que había alcanzado la fama en la revuelta contra la gestión de su fábrica.

Esas dos facciones se trenzaron en un sinfín de debates sobre cultura, política, economía política y prerrogativas de poder; en síntesis, en la forma en que debería gobernarse el país. Para Kissinger, en........

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