La otra cara: "Cinco Águilas Blancas" Parte I Por José Luis Farías
Hay libros que no se leen: se recuerdan. Como si la memoria nacional los hubiera absorbido no para citarlos, no para discutirlos en las academias o glosarlos en suplementos culturales de domingo, sino para tenerlos ahí, latiendo en silencio, como una deuda o como una promesa. Uno de esos libros, al menos para quienes saben que la literatura no es un lujo sino un arma, se llama «Cinco Águilas Blancas», y fue publicado en 1932 por un hombre que en Venezuela aún no hemos aprendido del todo a leer.
Tejera evidencia su regionalismo, tomaba el título de «La leyenda de Las Cinco Águilas Blancas», que fue escrita por Tulio Febres Cordero para relatar el origen mitológico de los cinco grandes picos con glaciares de la Sierra Nevada de Mérida (Venezuela).
Aquella fábula que decía que «Cinco Águilas Blancas volaban un día por el azul del firmamento, cinco águilas enormes, cuyos cuerpos resplandecientes producían sombras errantes sobre los cerros y montañas. ¿Venían del Norte? ¿Venían del Sur? La tradición indígena solo dice que las cinco águilas blancas vinieron del cielo estrellado en una época muy remota.
Eran aquellos los días de Caribay, el genio de los bosques aromáticos, primera mujer entre los Indios Mirripuyes, habitantes de los Andes empinados. Era hija del ardiente Zuhé y la pálida Chía; y remedaba el canto de los pájaros, corría ligera sobre el césped como el agua cristalina y jugaba como el viento con las flores y los árboles.
Caribay vio volar por el cielo las enormes águilas blancas, cuyas plumas brillaban con la luz del sol como láminas de plata; y quiso adornar su coraza con tan raro y espléndido plumaje. Corría sin descanso tras las sombras errantes que las aves dibujaban en el suelo; salvó los profundos valles; subió a un monte y a otro monte; llegó al fin, fatigada a la cumbre solitaria de las montañas andinas…»
Humberto Tejera nació en Mérida y murió en el exilio, como tantos. O tal vez —como ocurre con ciertos hombres— nunca dejó del todo el exilio, ni siquiera cuando vivía dentro del país. Fue poeta, jurista, periodista, socialista de los de verdad, de los que se la jugaron. Fundador en 1926 del Partido Revolucionario Venezolano (PRV), embrión del Partido Comunista de Venezuela (PCV), en México, junto a Carlos León, Gustavo Machado y Salvador de la Plaza, nombres que hoy suenan como estatuas, pero que entonces eran carne, sudor, exilio, cárcel, conspiración contra la tiranía.
Pero lo que importa aquí no es solo la biografía (aunque importa mucho, porque sin ella el texto sería solo letra muerta), sino esa pequeña explosión de lenguaje que es «Cinco Águilas Blancas». El título parece sacado de un poema surrealista o de un libro de zoología fantástica. Y él era poeta, de la Generación del 18, la de Andrés Eloy Blanco y el Pio Tamayo, de los que regresaron al romanticismo y rompieron con el modernismo, aunque Picón Salas lo ubicaba en la escuela, regionalista, nativista, y Gabriel Jiménez Emán dentro del simbolismo, en dirección al vanguardismo. Pero lo que hay dentro de su obra —y esto es lo curioso— es literatura política sin consignas, ideología sin sermón, memoria sin nostalgia. Tejera escribe con la furia de quien sabe que las palabras no solo describen la realidad, sino que también pueden torcerla. Sus águilas no sólo vuelan en el aire: vuelan en la historia.
El libro, que algunos llaman literatura y otros apenas crónica disfrazada, es también un mapa del alma revolucionaria venezolana en los años de Gómez. Pero no es panfleto. Es otra cosa: un artefacto verbal que intenta capturar el temblor de una época. Como hizo Orwell con «Homenaje a Cataluña», cuando anduvo de cronista de guerra, o como hizo Kapu?ci?ski, ese gigante de la crónica, con «El Sha» o «El Imperio». Pero a la venezolana, con ese barroquismo exacto y ese lirismo que parece impaciencia.
En una página cualquiera, uno se topa con frases que cortan como cuchillos y que, sin embargo, parecen escritas con la delicadeza de quien acaricia una herida. Tejera sabía que los libros también pueden ser........
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