Cuando se rompe el equilibrio, por @ArmandoMartini
El estudio de la política no puede ser exclusivo de juristas o politólogos. Cuando lo político permea los aspectos de la vida social, entender cómo funcionan y cómo fallan los engranajes del poder, es requisito de ciudadanía. En las últimas décadas, hemos sido testigos de una singularidad, mientras diseños institucionales se han vuelto más sofisticados en el papel, su funcionamiento muestra signos de disfuncionalidad. De allí, la necesidad de comprender por qué, a pesar de contar con marcos constitucionales -en apariencia- robustos, las democracias modernas experimentan crisis recurrentes de gobernabilidad.
La hipótesis, es que, el desequilibrio institucional constituye un factor primordial en la degradación democrática, surgiendo tres observaciones empíricas ineludibles. La paradoja de la eficiencia, el efecto dominó institucional y la ironía participativa.
En la naturaleza, política y vida misma, el equilibrio no es un lujo, sino condición de supervivencia. Los ecosistemas colapsan cuando una especie domina; el cuerpo enferma cuando un órgano falla; las sociedades se fracturan cuando el poder se concentra o la anarquía disuelve el orden. Este principio, que rige el universo, alcanza su máxima expresión en el frágil arte de gobernar y vivir en democracia.
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