Antonio de la Cruz: ¿Una república paralela? El Estado binacional del ELN
No hay nada más criminal que la indiferencia frente al crimen. El silencio es la complicidad de los tímidos, la coartada de aquellos que saben y no actúan, el terreno fértil donde florece la barbarie que se creía desterrada del mundo.
Hay momentos en los que la historia se precipita, no como torrente sino como un goteo sostenido que de pronto revela su lógica profunda. El pasado 25 de julio, Estados Unidos marcó un punto de no retorno: el Cártel de los Soles, esa confederación criminal alojada en el corazón del poder venezolano, fue oficialmente designada como grupo terrorista internacional. La figura presidencial de Nicolás Maduro fue despojada de su barniz diplomático para ser asumida, al fin, como lo que es: la jefatura de una organización criminal transnacional.
Este acto, contenido en una orden ejecutiva sustentada en el Título 50 de la legislación norteamericana —fundamento jurídico para la defensa y seguridad de Estados Unidos, abarcando desde la guerra hasta la inteligencia y la respuesta ante amenazas nacionales o internacionales—, no fue una declaración de guerra, pero tampoco un gesto simbólico. Fue un golpe de realidad. Desde ese momento, todos los instrumentos del Estado norteamericano pueden ser usados para capturar, neutralizar o eliminar a los miembros del mencionado cártel: diplomáticos, económicos, judiciales, militares.
Lo inquietante es que esta designación no encontró respuesta en forma de confrontación abierta o repliegue interno. Por el contrario, parece encajar en una estrategia ya en marcha: la ampliación de una zona de poder irregular en la frontera colombo-venezolana. Una semana antes de la designación, Nicolás Maduro —el tirano tropical devenido operador transnacional— y Gustavo Petro —el aprendiz de brujo con nostalgia de Bolívar— firmaron en secreto un memorándum para crear una zona conjunta en la frontera. Apenas registrado más allá de los pasillos de la élite política colombiana, este texto discreto marca un giro tectónico en el drama contemporáneo del continente: el acto segundo de una operación de reconfiguración geopolítica que no se juega en los parlamentos, sino en la cartografía. Se trata de la instauración de una “zona binacional” en el corazón de la frontera colombo-venezolana. Un enclave que abarca 7% del territorio de ambos países y que amenaza con........
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