Ángel Rafael Lombardi Boscán: Rebelión (1967)
REBELION (1967)
«Mi corazón es puro cuando enfrento mi reflejo en el agua»
Hijikata Toshizo (31 de mayo de 1835 – 20 de junio de 1869)
¿Amores buenos? Desde Adán y Eva va la cosa. Mark Twain tiene una hipótesis maravillosa sobre la pareja más famosa de la Historia. En su: “El Diario de Adán y Eva” (1906) nos comenta como esas dos soledades se encontraron y se amaron; se desencontraron y riñeron.
Los Samuráis también quieren ser queridos y querer bien. El protagonista de “Rebelión”, otra de las grandes películas de Masaki Kobayashi, es un hombre desencantado por una existencia gris. A punto de jubilarse, le pesan como un fardo de plomo, los rituales y deberes ante la jerarquía superior.
Profesa el arte marcial y no tiene rivales. Aunque en tiempos de paz es un guerrero inútil. Un adorno social cuyo prestigio se va volviendo color cetrino. Sirve a un Jefe de Clan nada glorioso y sí muy mezquino. Un burócrata envalentonado por qué nació con suerte y dinero. Nuestro protagonista no envidia, solo obedece. Es una llama apagada.
La casta samurái del Periodo Edo (1603-1868) en qué transcurre «Rebelión» comprendió que sus buenos tiempos pasaron. La vida privada y familiar en ese entonces, como en todas las épocas, era un microcosmo regido por las convenciones sociales y la dictadura de una tradición hermética.
Los casamientos eran arreglados. El amor entre los contrayentes algo superfluo, irrelevante. Nuestro protagonista adora a su familia. Muy especialmente a sus dos hijos. Su esposa es una arpía vestida de........
© La Patilla
