Allen Mendenhall: Dejando la academia, pero defendiendo los mercados
Tras cinco años impartiendo clases en una escuela de negocios, y después de una trayectoria académica en literatura inglesa, derecho y humanidades, me marcho con una observación inesperada: muchos estudiantes necesitan que se les convenza de que los beneficios tienen una finalidad legítima.
El cálculo es sencillo —ingresos menos gastos—, pero la dimensión moral desconcierta a estos estudiantes universitarios. Llegáis con recelo hacia el motor económico que crea prosperidad y oportunidades.
Quizás más revelador es el contraste entre estudiantes de diferentes orígenes. Los que procedéis de entornos modestos, en particular los jóvenes afroamericanos de las zonas rurales del sur de Alabama, abordabais el emprendimiento con una claridad refrescante. Habiendo experimentado dificultades económicas de primera mano, considerabais los beneficios como una necesidad práctica más que como un compromiso moral. Consideraban con auténtico desconcierto a sus compañeros más privilegiados, que mostraban ambivalencia hacia el éxito comercial mientras se beneficiaban de sus resultados.
Estos estudiantes universitarios de primera generación entendían intuitivamente lo que otros necesitaban que se les enseñara: que el beneficio no es un obstáculo........
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