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Empresa criminal

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Gustavo Petro llegó al poder con un discurso que sedujo a millones: acabar con la política tradicional, con el clientelismo, con la corrupción y con la mermelada. El otrora senador construyó su carrera señalando los vicios del sistema y denunciando, con razón, injusticias históricas como las de La Guajira.

Muchos colombianos se ilusionaron con la idea de que, por fin, el poder sería distinto. Pero, con todo el respeto que merecen quienes votaron por él, nada de lo que hoy ocurre debería sorprender.

Desde el primer día de campaña, Petro se rodeó de lo peor de la clase política. Los llamados petrovideos dejaron al descubierto una forma de hacer política que poco tenía de cambio: menciones de acabar con el adversario, llamados explícitos a cruzar la línea ética y una estrategia basada en el “todo vale”. Esa fue la campaña. Y, como suele ocurrir, como se hace campaña, se gobierna.

La rapidez con la que estallaron los escándalos de corrupción y el hecho de que provinieran del primer anillo de confianza del presidente y de su propio hijo dicen mucho del proyecto político que llegó al poder. No habían llegado y ya estaban desfalcando al país. Ni siquiera intentaron gobernar con decencia.

El caso de Nicolás Petro no fue una sorpresa para el mundo político. Desde la primera campaña........

© La Opinión