Feliz Navidad, siempre
La alfombra del salón de casa de mis abuelos Antonio y Pilar era gigante. Ocupaba todo el suelo, desde el mueble de la tele hasta los sofás. En un armario al final del pasillo, junto al comedor donde cenábamos en Nochebuena, estaba la caja de los juguetes. Dentro de la caja había otra cajita pequeña en la que había una colección de dados. Había por lo menos veinte dados, de diferentes colores y tamaños, de juegos antiguos de mis tíos, que habían acabado allí. Llegábamos los primeros, casi a media tarde algunos años. La casa olía a guiso, a zanahorias pochadas y a piñones fritos. Mi abuela me recibía en la puerta y me daba cuatro besos sonoros muy fuertes en la cabeza, mientras me apretaba contra ella. Recuerdo el tacto y el olor de su bata, cubierta por un........
© La Opinión de Murcia
visit website