María siempre es bien
Cada plato en el María cuenta una historia, y estas almejas evocan la de una cocina de antaño / l.o.
Hay lugares que son más que simples restaurantes. Son una extensión de nuestra vida cotidiana. Refugios donde el tiempo parece detenerse y donde cada visita es un regreso a casa. En Málaga, uno de esos lugares imprescindibles es el María. En Pintor Sorolla, a vista de todos pero sin oropeles visuales y con una clientela fiel y entregada, este clásico de la gastronomía malagueña no necesita de grandes campañas publicitarias ni de las tendencias efímeras que inundan la cocina contemporánea para sobrevivir. Su éxito radica en lo que siempre ha sido: un templo de la cocina española más auténtica, donde la calidad del producto y el respeto a la tradición son las únicas estrellas de la carta.
Lo primero que uno percibe al entrar en el Restaurante María es la tranquilidad. Aquí no hay prisas ni pretensiones, y los comensales, rostros familiares o desconocidos, comparten el mismo sentimiento: estar en el comedor de Málaga. Su atmósfera es la de una extensión más de tu hogar, un lugar donde siempre te sientes bienvenido, donde las cosas simplemente funcionan y los errores no tienen cabida. Un espacio de calidez, con una buena mantelería, la cristalería adecuada y robustos asientos que son señas inequívocas de que se encuentra en un lugar donde las cosas siempre irán bien.
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