La vida sin Eva
Me despierto, preparo café, me acerco al ventanal y le doy los buenos días. En el salón hay dos fotos suyas y yo le hablo. Depende de cómo me haya levantado ese día me pongo más o menos melancólica. A veces solo le sonrío. Y toco su cara serena en la foto congelada. Otras le cuento asuntos, como si estuviera loca, o me echo a llorar. Lloro porque no está, porque voy a envejecer sin ella, por rabia, por puro egoísmo, por tristeza, por esa cosa casi física que supone echarla de menos. Un solo abrazo, cuánto daría… Y la escucho decirme:
–Qué exagerada eres.
Se llamaba Eva y era mi amiga del alma desde niña, la que estaba conmigo antes de ser yo. Se marchó el 11 de abril de 2021 porque ya no pudo superar el último episodio de cáncer y yo me rompí. Llegó el dolor total, la pena y esa soledad del corazón. Han pasado dos años y siete meses y yo soy una mujer desamparada. Hay un párrafo del libro Confesiones y contradicciones, del ensayista Christopher Hitchens, que me vino a la cabeza días después de su muerte. El autor, nacido en la sombría y austera Inglaterra de los años 40, habla así de su madre: «Ivonne fue lo exótico y el sol cuando fácilmente podría haber tenido una infancia teñida de un severo y obediente gris inglés. Era la nata en el café, la........
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