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Informes presidenciales en tiempos de infodemias

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En tiempos de infodemia, ese pandemónium de signos desatados que corren más veloces que la verificación de toda información y que a menudo se reproducen sin contrastes ni crítica, el Informe presidencial se convierte en un acontecimiento semiótico cargado de tensiones, estereotipos, aburrimientos y dudas. 

Un Informe presidencial, que debería servir como espejo de la relación entre un gobierno y la sociedad, pone a prueba la confianza en sus instituciones y la capacidad del gobernante para comunicar con transparencia a qué se dedica y en qué se gasta el dinero del pueblo, sin mediaciones manipuladoras. Pero también es un escenario de lucha donde se disputa la información. No es un simple ritual burocrático ni una mera formalidad constitucional, es un acto de comunicación política atravesado por luchas de clases, disputas de hegemonía simbólica y la pugna entre la verdad material de los procesos sociales y la manipulación mediática que busca desfigurarlos; transparentar la gestión y el gasto de los impuestos. 

En la semiótica de su información, el Informe presidencial condensa, en pocas horas, una gigantesca operación de producción de sentido. El gobierno se coloca frente al pueblo para narrar el estado de la nación, cifras, proyectos, avances, deudas, pero lo hace bajo una escena saturada de filtros, la mediación de las cámaras, la edición televisiva, la traducción periodística y, sobre todo, la intervención sistemática de los aparatos ideológicos burgueses. El Informe no llega al pueblo como mensaje directo, sino como campo de batalla donde cada signo se convierte en arma de disputa. 

En tiempos de infodemia, los informes........

© La Jornada