¿Nuestra fijación en el dictador nos ha cegado ante los legados de su régimen?
A más de tres años de la controvertida exhumación de sus restos del Valle de Cuelgamuros, Francisco Franco sigue dando que hablar. En febrero de 2022, salió Franco, de héroe a figura cómica en la cultura contemporánea (Tirant), libro en que la historiadora Matilde Eiroa, de la Universidad Carlos III, repasa la evolución de la imagen –mitificada o ridiculizada– del dictador desde la Guerra Civil hasta hoy. Ese mismo mes, apareció un libro de Sebastiaan Faber, Franco desenterrado (Pasado & Presente), que intenta identificar cuáles son los legados del franquismo que aún perduran en la España actual. Una buena excusa para un diálogo entre los dos libros a través de sus autores.
SF: ¿De dónde surgió la idea de investigar la construcción y evolución de la imagen de Franco?
ME: Cuando leí un libro de Gavriel Rosenfeld que analizaba la imagen de Hitler en la cultura y el modo en que se consigue normalizar esta figura. Se me ocurrió que podía hacer algo así para Franco, al que, por otra parte, no se suele incluir en los estudios publicados en Europa y en Estados Unidos que analizan las imágenes de los dictadores. Es el caso de la obra de Frank Dikötter sobre el culto a la personalidad de Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Kim Il Sung, Duvalier, Ceauçescu y Mengistu de Etiopía. Franco es ignorado.
Aunque celebra que la cultura popular haya desmitificado a Franco, en su libro no deja de ser crítica. No le gusta, por ejemplo, cómo Alejandro Amenábar retrata a Franco en Mientras dure la guerra, su película sobre los últimos meses de Unamuno.
Más allá de que los directores de películas de ficción pueden hacer lo que quieran, me decepcionó que representara a Franco como un personaje apocado, tímido, confirmando la imagen de hombre casi pacífico que no quería subir al poder, sino que le empujaron. Sabemos que Franco en aquel momento no era así. De hecho, esa imagen errónea nos llega desde la propia dictadura.
¿Quiere decir que Amenábar toma prestados elementos del retrato franquista del dictador?
Yo quizás no lo diría en esos términos, pero sí. En la película, Franco sale como una persona más bien retraída y además piadosa. Se le ve ir a misa con su mujer, por ejemplo. En fin, me pareció una ocasión perdida, sobre todo en vista de la enorme popularidad de la película. Podría haber transmitido una imagen del dictador más acorde con la realidad histórica.
¿Le parece que ese retrato poco riguroso de Franco cumple una función determinada en el propósito político de la película? Lo pregunto porque, para mí, Amenábar no solo propone una lectura específica de la Guerra Civil, sino que también nos anima a adoptar una posición muy determinada ante ese pasado desde nuestro presente.
No estoy segura si atribuirlo a una agenda política o al desconocimiento de la historia por parte de los autores del guion.
Quizá mi lectura sea demasiado escéptica. Pero llevo tiempo pensando que la representación, digamos, interesada de Franco como personaje histórico, aunque sea un retrato aparentemente crítico, ha servido como elemento clave en relatos revisionistas de la Guerra Civil y del propio franquismo. En ese sentido, Mientras dure la guerra, de 2019, se empareja con Soldados de Salamina, la novela de Javier Cercas de 2001.
En Soldados, el retrato poco halagador de Franco como personaje mezquino y apocado le sirve al narrador para construir una imagen más humana y simpática de Rafael Sánchez Mazas, el falangista. Algo así me parece que ocurre en la película de Amenábar, donde el retrato simplificado de Franco sirve para que el personaje de Unamuno cobre más complejidad humana. Amenábar, por su parte, al centrarse en el dilema moral de un Unamuno desencantado tanto con la República como con los rebeldes, parece querer reivindicar una idea muy de nuestro tiempo: de que nunca es buena idea luchar por ideas políticas con medios violentos. El problema no solo es........© La Haine
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