España 1931, una constitución de avanzada
De acuerdo a una ley de sucesión impuesta por él y bajo la advocación de los llamados "principios del movimiento".
La instauración monárquica y su conversión al régimen representativo con la Constitución de 1978 fue celebrada como una pacífica y ejemplar transición a la democracia, una lección para todas aquellas sociedades que necesitaran salir de una dictadura, como ocurría para esa época con las latinoamericanas.
El hecho es que fueron las mismas fuerzas sociales y culturales que sustentaron el franquismo las que le dieron su bendición al reinado del rey Juan Carlos y sus nuevas pretensiones "democráticas".
Se ha escrito que la dictadura de los cuarenta años, tal como estaba, ya no le servía a nadie, con su armado burocratizado, corporativo, plagado de arcaísmos. El gran empresariado español, la mayor parte de la iglesia y el ejército, los Estados Unidos, los partidarios moderados de las autonomías, todos se conjugaron para el buen éxito de la transición.
Y no por casualidad el último conductor del partido del régimen, Falange Tradicionalista Española, Adolfo Suárez González, fue el primer presidente del consejo de ministros ungido por el voto popular. La derecha española y las clases dominantes, el "franquismo sociológico", trasmitieron el poder a representantes de la misma conjunción social y política, ahora cubierta de una legitimidad constitucional.
De ese modo se perdió la oportunidad de que España retornase al sistema republicano. No sólo tomó parte en el recambio la derecha conservadora en lo político y liberal en lo económico, heredera del franquismo. Hasta los principales partidos que habían luchado contra la dictadura se sumaron al nuevo consenso monárquico y capitalista.
Socialistas y comunistas incluso proscribieron la utilización de la bandera republicana, temerosos de invocar viejos "fantasmas". Y participaron en la amnistía que pretendió tender un manto de olvido sobre los crímenes de la tiranía.
Líderes como Felipe González, del Partido Socialista Obrero Español y Santiago Carrillo del Partido Comunista, se plegaron gustosos al nuevo orden. Todos parecían contestes en enterrar las aspiraciones de un regreso a las instituciones republicanas.
Así se creaba una fuente de soberanía ajena al pueblo. Y con una legitimidad que provenía de la dictadura y no de un orden dinástico. El heredero del último rey, Juan de Borbón, fue salteado en el orden sucesorio por el Caudillo, que lo encontraba demasiado "liberal". Juan Carlos había llegado a rey por la sola voluntad del "generalísimo".
Por la tercera.
Esto no sería definitivo. La demanda en pos de una tercera república se desplegó en estos últimos años a partir de la crítica actual a esa "transición" condescendiente con la herencia franquista. E hipotecada al poder económico........
© La Haine
visit website