Troglocracia
Numerosos registros históricos hablan de pueblos primitivos que por milenios vivieron en cavernas. Cuando los humanos descubrieron la posibilidad de controlar la gestación de algunas plantas e inventaron la agricultura -y a causa de ello la necesidad de vivir en aldeas- hubo quienes rechazaron con vehemencia ese cambio. Quienes se atrincheraron en sus cavernas y se apartaron del curso de la naciente civilización fueron llamados “trogloditas”. Para la mitología griega éstos eran gentes bárbaras y crueles, “una raza apenas humana, peluda como bestias, que se comunicaban solo por medio de gritos y vivían en cuevas".
Más de dos mil años después, en sus Cartas persas, Montesquieu corrige esa caracterización y en su lugar nos habla de “un pueblo poco numeroso llamado Troglodita” que no se ajustaba a las descripciones corrientes entre los historiadores y las mitologías de Grecia y Egipto. Aun así anota que los trogloditas “eran tan malvados y feroces que no existía para ellos ningún principio de equidad ni de justicia”. Lo que lo caracterizaba, dice Montesquieu, era su exacerbado individualismo: “Se decidieron vivir conforme a su naturaleza salvaje… y que cada uno velaría por sus intereses sin tener en cuenta los de los demás”.
Hay un pasaje que merece ser reproducido íntegramente porque revela el espíritu del liberalismo dieciochesco y su adoración por la magia de los mercados, de penosa actualidad en la Argentina de hoy: “¿Por qué tengo que matarme en trabajar por gente que no me importa nada? Pensaré sólo en mí y viviré feliz. Satisfaré mis necesidades y, si es así, me importa poco que los otros trogloditas vivan en la miseria”. El remate de esta historia, según........
© La Haine
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