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Los años nuevos

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Los diez episodios de Los años nuevos (Movistar) son una obra de arte, lo mejor que ha producido «el audiovisual» español en muchos años. No sabría explicar el motivo, pero está dotado de un encanto único; hay algo, un estado de gracia, una atmósfera… algo triste, del color del final de la madrugada, pero bonito, o como dirían ellos, guay, que mola, que está bien y es nuestro.

Todo tendrá una explicación. Una gran arquitectura de sensibilidad que no sabemos ver pero sentimos. El trabajo de los actores sujeta la serie. La llena de gestos, miradas, seriedades, sonrisas, carnalidad, rubores, maneras que se van haciendo familiares… Ana y Óscar (Iria del Río y Francesco Carril) se nos quedan grabados para siempre. Deseamos su realidad. Ella es la chica de estos años, la hemos conocido: un poco voluble, tornadiza, en busca de algo, espontánea y libre; todo lo explica con un «como que» y tiene el amorío de rigor con un francés, pero en su capricho y pequeño egoísmo hay una calidez de sol que ilumina una ciudad, una vida, un año entero si aparece en Nochevieja. Ella es la que acciona el movimiento de planetas desacordados de su relación. «Un gin tonic para el chico triste de la barra». Y de Cupido, de agente propiciador, hace el amigo farlopero que también conocemos (hay generosidad en el vicio, el que alumbra al consumirse). Ese «vamos a por la siguiente» une a Óscar y Ana en un punto en el tiempo y es normal que los dos, pero sobre todo él, lo cuiden después como un ángel tutelar de la pareja.

Su sexo dura lo........

© La Gaceta


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