No quise ver la película El poeta, ganadora de múltiples premios. Aún no. Estoy tan contaminado con las opiniones de algunos especialistas que la vieron clichetuda y previsible, que me pudrieron el cerebro. El mío es débil y menoscabado.

Por ello voy a esperar el “despudrimiento”, que es la limpieza de mi mente frente a tanta subjetividad ajena.

La publicidad de la película me evocó la vida de un gran poeta de Armenia, de Gustavo Rubio. Iba él a buscarme con libros artesanales de sus cuentos y poesía, con una dignidad rampante, que me gustaba verlo llegar a mi oficina. Allí conversábamos mientras el intentaba mantener firmes sobre su nariz pequeña sus gafas gruesas y enseñarme su manera libre de ver la vida. Aprendí poco,........

© La Crónica del Quindío