El día en que por obligación hay que dejar parqueados los carros y las motos durante casi todo el día, nuestra ciudad vuelve a ser ese entrañable lugar en el que uno quiere vivir.

Lo mismo, estoy seguro, acontece en cualquier lugar del mundo en el que la contaminación y el estrés que producen los conductores de los automotores cesa por unas horas. El pasado jueves volvimos a sentir que una ciudad debe ser para las personas y no para los edificios sin parqueaderos y los conductores de carros y motos.

Lástima que solo sea por dos días al año el inmenso placer de caminar sin la zozobra del siniestro vial y la impotencia que produce........

© La Crónica del Quindío