Unidos como siempre
Unidos como siempre / José Luis Roca
A largo plazo, los grandes relatos se construyen con mitos. Un gran relato político es el que es capaz de incorporar a la acción recursos narrativos que dan sentido, que ponen en valor, que motivan a los actuantes. Por eso, una buena decisión política es la que se entiende por sí misma, sin necesidad de recurrir a complejísimas explicaciones a cargo del “aparato de propaganda”. Los mitos a los que aquí me refiero son piezas del discurso político o de la propia acción política que quedan establecidas como reales y necesarias, con independencia de su racionalidad y de su alcance. Probablemente, el mayor mito de las izquierdas sea “la unión”.
No debe sorprendernos: en los orígenes de la izquierda contemporánea –esencialmente asociada al crecimiento y organización de la clase obrera- la unidad era una necesidad apremiante. Asediado por patronos voraces, policías o militares brutales y gobernantes sin piedad, el proletariado se unía o era aniquilado políticamente y, a menudo, físicamente. La lucha de clases no era un invento: entenderla y actuar en consecuencia era asunto de vida o muerte. Por eso, desde entonces, la unión es parte de la esencia misma de los movimientos sindicales o socialistas. Eso sí: una vez alcanzada esa conclusión, que ha dejado su rastro fecundo en infinidad de denominaciones o programas, las organizaciones de izquierdas se dedicaban, cuidadosa, amorosamente, a despedazarse internamente o a las más próximas. Es irracional, pero no ilógico: si se alcanzaba una unidad perdurable y eficaz, el mito aglutinador se diluía: no puede unirse lo que ya está unido. Así que tocaba quebrar, escindir, rasgar. Sólo así se podía, el día siguiente de la ruptura, volver a enarbolar la bandera roja de la unidad –ahora puede ser multicolor o morada-. Sólo así, en fin, se renovaba el mito y se regeneraba el relato. Un desastre.
Si buscamos una fecha........
© Información
