Las pestañas de la Macarena
Lucía Feijoo Viera
Una vez escuché a un macareno decir que su Esperanza volvía a la basílica, tras una noche y una mañana de maravillas, más morena, porque era el único día que le daba el sol. El hombre, racional a la postre, tras deleitarse en el prodigio, aclaraba: “y es verdad… por el humo de los cirios”. No sé yo si este asunto es así pero lo cierto es que algo de deterioro debe haber cada vez que esta pieza, única en su arte y en su capacidad de generar adhesión identitaria, sale de paseo. Que para eso existe, y ya la verán como quieran verla la gente de su familia: los vecinos y vecinas de la calle Parras, de la calle Escoberos o de la calle Relator, los vecinos a los que ella les cuenta sus penas, y hasta males de amor, que los tiene, como Carlos Cano nos recordó.
Ni un punto afecta a la fe, que el bronceado no es cosa de doctrina, salvo para recalcitrantes clérigos perseguidores de centímetros de piel –si es que se conforman con mirar-. Esto es otra cosa. Pero a esa otra cosa le ha sentado muy mal que se haya hecho una… ¿rehabilitación?, ¿restauración?, ¿reposición?... en la cara –la Macarena es solo cara y manos-. Unos milímetros alteran todo un argumentario de siglos. Por unas pestañas. Por las pestañas de un icono que tiene la cualidad cultual y cultural de no cerrar nunca los ojos, de atender con la mirada abierta al creyente y al impío, al de siempre y al paseante. Y las pestañas, gran tema de otra semana triste, dan al traste con la información sobre guerras, la OTAN –tan cerca Morón…-, la pulcritud de Acciona, los recuerdos de Mazón, los portentos de Santos y Ábalos y los que sean, los jueces que de mayores quieren ser otra cosa –delante de La Macarena desfila Jesús de la Sentencia-.
Los jueces y los expertos en arte andan a la fuerte greña dilucidando si las pinturas de Sijena han de quedarse en Catalunya o desandar el camino hasta Aragón, o si el sufrimiento justifica el exilio o si ya está bien, que el aura es el aura y el arte de verdad solo se vive una vez y en un lugar. En El Campello, la “Comisión de Fiestas Estrella de los Mares”, encargada de procesionar a la Virgen del Carmen, abomina del párroco, que no........
© Información
