El relato
Lo que mueve a una persona a votar a un partido, o coalición, se compone de multitud de motivaciones. Los gurús, que tanto proliferan, se empeñan en discernirlas para orientar un mensaje que, como un imán, atraerá votos. Me parece que lo consiguen sólo a medias. Y a veces muy poco. Y a veces a fuerza de vender humo afirmando obviedades envueltas en power points con infinidad de colorines. Qué le vamos a hacer, es signo de los tiempos: si un partido no derrocha sus caudales en esta pseudociencia, no parecerá serio o, peor, “científico”. Los que tenemos alguna experiencia a veces nos echamos manos a la cabeza. A algún amigo le tengo dicho, cuando me enseña ese arcano llamado “estudio cualitativo”, con focus groups, que me pregunten a mí, que se lo digo gratis. No es que sea más listo, es que llevo más elecciones en el cuerpo que pelos tiene el coach de turno. Para lo que sí sirven es para el gobierno de la ansiedad. Aunque, si vas perdiendo, ni por esas te relajas.
El caso es que a veces se confunde la motivación por el voto con la autoatribución de cada persona a la izquierda, a la derecha, al centro –Dios se lo perdone-, al nacionalismo, al fascismo o al animalismo. Esto no es como en el fútbol que uno es de un equipo gane o pierda, con fidelidad perruna. La democracia es algo más sofisticada. Y actúa, al menos, un fondo de convicciones pero, también, del que vota para que no gane el otro coyunturalmente. Y a partir de ahí hay muchas combinaciones posibles, según el ámbito de la elección, las candidaturas, etc.
Todo esto debería ser tenido en cuenta por aquellos comentaristas........
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