La semana pasada expresé aquí que yo "querría" que las banderas oficiales solo figuraran en las instituciones públicas. Con dicho "querría" pretendí diluir la dosis de mi querer.

Sobre todo, porque, anteponiendo la libertad de expresión, no soy partidario de prohibir ni de regular el uso privado de las banderas. Ni tampoco castigaría que se las ultraje en público, como sí lo hace el Código penal español. No ofende quien quiere, sino quien puede.

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