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De dos a tres
Nada más adelantar la hora me di cuenta de que algo raro sucedía. El tiempo empezó a correr más deprisa. Era como si las manecillas del reloj se hubiesen aflojado al hacerlas avanzar a la fuerza.
En realidad se habían ‘soltado’ como los niños a los que se sujeta mientras aprenden a montar en bicicleta. Una vez que se sueltan, van a toda velocidad. Primero ajusté mi reloj de pulsera. Luego el de la cocina, uno de esos que se ven bien y no........
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