El tren como síntoma
La semana pasada viví de primera mano el retraso del AVE. Tenía que ir a Madrid por razones de trabajo. Había calculado el tiempo pensando que el tren sería puntual. No fue así. Los primeros quince minutos de retraso se duplicaron al llegar.
Esa media hora fue un incordio. Nada grave e irremediable, pero un incordio. Pensé que sería como solía ser y no fue así. Me obligó a cambiar un par de cosas. Algo incomparable con el desastre del fin de semana: miles de personas afectadas por las cancelaciones de trenes a distintos destinos.
En mi caso, por suerte, no fue para tanto. Además, me encontré en el andén con M. La espera se hizo entretenida. Mereció la pena el rato de conversación. Incluso se me hizo corto. Hablamos de cosas muy variadas. Se cumplió aquello de ‘no hay mal que por bien no venga’. No será fácil que volvamos a encontrar un momento, por cierto, sin prisas. Curiosa paradoja. Pero no única. Como........
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