Cartas al director de HERALDO: Festejando el regreso del hijo pródigo
Mi padre solía decir que los aragoneses tenemos mal desarraigo. Yo me fui a trabajar a Madrid dos años y medio y durante ese tiempo me volvía prácticamente cada fin de semana; Begoña iba a estar allí tres meses y se quedó treinta años.
Un buen día decidió que era el momento de volverse, y ahora está final y felizmente afincada en Zaragoza, donde recientemente ha adquirido vivienda, motivo por el cual nos invita a la inauguración oficial con opíparo vermú que comienza a la una y media y se prolonga hasta noche cerrada. Nos juntamos allí dieciséis entre familia e íntimos: gente que nos conocemos desde hace tiempo, o que solo nos conocemos de oídas por boca de nuestra anfitriona, que desgrana recuerdos y anécdotas compartidas cuando nos presenta a cada uno. El espectro es amplio: desde la frescura de los 22 años de su sobrina –a quien pregunto si está terminando el bachillerato y me contesta con paciente aplomo que acaba de volver de Sídney donde ha cursado cuarto de Arquitectura y, dato curioso, compartía piso allí con otro estudiante de Estella– hasta quien o empieza a ver en un horizonte no tan lejano la futura jubilación o directamente está ya prejubilado. Hay incluso un buen amigo de Madrid, oriundo de Córdoba, la misma tarde en que el Zaragoza se bate allí con el equipo local, que ha considerado oportuno cogerse un AVE y venir para estar donde había que estar. Todo fluye. Es fácil cuando el cariño es tanto y la alegría por recobrar esa presencia de personalidad arrolladora es genuina.
Andrés Horno Goicoechea. ZARAGOZA
La desesperación del Partido........
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