Gracias, hoy y siempre, por estar
Creo sinceramente que todos somos, en cierta medida, el fruto de los maestros que tuvimos. Aunque son muchos y disímiles los factores que intervienen en nuestra plena formación a lo largo de la vida, no puedo evitar sentir que esas personas que me condujeron desde las aulas en momentos cruciales, dejaron en mí una parte importante de ellos, una, que va más allá de un mero plan de clases, y que me impide olvidarlos, por mucho que pasen los años.
Silvia, por ejemplo, mi maestra de preescolar, me mostró el rostro más hermoso de la paciencia, la dulzura y, sobre todo, la vocación. No solo era buena maestra; ella amaba ser maestra, y disfrutaba de un modo excepcional cada logro de cualquiera de nosotros. Creo que la entrega y el amor hacia aquello que escogemos como rumbo en la vida fue la lección más hermosa que me dejó.
Tampoco olvido nunca a María, «Coca», como casi todo el mundo la conocía. La distinguía su........





















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