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La lentitud
Un viejo proverbio nos dice que no hay que tener miedo a ser lento, sino a estar parado. En algún otro lugar he hecho alusión a los modernos movimientos que reivindican lo lento, lo parsimonioso, como contraste a esa obsesiva rapidez y al vértigo célere impuesto por el ritmo rabioso de nuestros días. Parece que todo tiene que discurrir con prontitud, al galope, obsesionados como estamos por la extenuante fugacidad del tiempo que, lejos ya de la servidumbre del cansino y aletargado latir, nos impone la imparable revolución tecnológica actual. Hemos asociado, de manera equivocada, la calma a la pereza y la rapidez al progreso. Nada más lejos de la realidad para las cada vez más frecuentes sensibilidades que........
© Gaceta de Salamanca
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