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Una plaza de domingo
En los años 80, en Salesianos había básicamente cuatro escaleras. Los más pequeños subíamos por la del teatro –que realmente no tenía escalera, pero marcaba el punto de inicio– y luego según se fueran cumpliendo las diferentes etapas ya se pasaba a las escaleras verdes y a las blancas, que, aunque eran las que comunicaban con la iglesia, llamábamos del gimnasio. Había una cuarta escalera que nadie en su sano juicio osaba hollar: la principal. Un Checkpoint Charlie en el que podías quedar atrapado en fuego cruzado.
Del buen cuidado y policía del recinto, en ausencia de entes docentes, se ocupaban los dos porteros, Eloy y Nacho, dos tipos geniales con caracteres totalmente opuestos. Uno siempre ceñudo y el otro de aspecto........
© Gaceta de Salamanca
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