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Los tres de la Chinchibarra
Parecía más cerca de los ochenta que de otra cosa. Viernes. Llevaba un rato afanándose por entender cómo hacer un envío y al otro lado de la ventanilla la paciencia iba menguando conforme se acercaba la hora del cierre. Detrás, mi amigo esperaba, cuidándose de no dar ningún síntoma de prisa. Me lo contaba sin poder contener la indignación. El hombre estaba sobrepasado y no entendía bien, y el que lo atendía no solo no hacía nada por explicarse mejor, sino que en un momento empezó directamente a reírse de él. Cuando le llegó el turno a mi amigo, que ya era el último del día, le dijo al operario que qué suerte tenía. Desde el otro lado del cristal oyó un comentario sobre que sí, que ya fin de semana y, educado pero........
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