Romances precocinados
Hace no tanto las parejas se enamoraban al son de baladas históricas -que luego recordaban para toda la vida-, o con la canción de moda de aquel verano en el que decidieron empezar una historia.
Soy de los que le da bastante vergüenza ajena cuando los novios irrumpen en el banquete haciendo como que están animadísimos -o recién drogados- porque está sonando 'su canción'. También sufro cuando el salón se convierte en el fondo sur del Bernabéu, con todos los invitados agitando las servilletas en plano 'cómo no te voy a querer…'. A duras penas sobrellevo ver a un amigo torpón balanceándose como Fraga en el centro de la pista en lo que se supone que es un vals nupcial.
Como cada uno hace el ridículo como puede -o le dejan-, el día de mi boda me negué en rotundo a bailar y en su defecto me lancé a cantar aquella canción que Humphrey........
© Gaceta de Salamanca
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