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Del 20-N de 1975 al 20-N de 2025

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Antes de que se hablase, como se hace ahora, de la economía solidaria en las sociedades avanzadas que aprovecha sus desechos, ya se sabía que el tránsito por la vida de la humanidad era circular. La historia puede que no se repita, ni como farsa ni como tragedia, pero su estudio sugiere que rima. A veces es un viaje cuyo destino se aproxima mucho a su punto de partida. Lo que está en la conversación el 20 de noviembre de 2025, se asemeja bastante al diálogo compartido en esta misma fecha hace cincuenta años.

Hoy como ayer el tema de la tertulia en España es que finaliza un ciclo y comienza otro. El gobierno se refugia en un búnker y es frágil como lo es todo lo que no tiene porvenir. Lo que acaban diciendo los tertulianos a la hora del aperitivo en cada bar de cada esquina es que esto no puede seguir así y que la política la han de ejercer otros que han de actuar de otra manera. La discusión, sin embargo, tiene un temple distinto.

En 1975 se hablaba, con serena confianza, de reconciliación. Medio siglo después el ambiente es bronco. Antes, la radical descalificación del adversario era mal vista. En 2025 la practican muchos. Se recurre al insulto y a la anulación del otro en tiempos de desesperanza. Esto ha sido siempre el último recurso de quienes andan escuetos de razón.

Aquella sociedad española de 1975 era la de un país joven que miraba al futuro. El 27% de la población (36 millones) tenía entonces menos de quince años y el 10% más de sesenta y cinco. La de hoy es vieja. El 13% de la población (48 millones de los cuales el 19% ha nacido fuera de las fronteras españolas) tiene menos de quince años y los llegados a la edad de la jubilación y de las evocaciones confusas suponen el 21% del total.

La esperanza media de vida ha pasado de 73 a 84 años y esto hace pensar que quizás hasta uno de cada cuatro en estos pagos recordará la mañana de aquel 20N cuando un lloroso Carlos Aria Navarro se dirigió en directo por los dos canales de la televisión pública que entonces eran los únicos que existían. "Españoles," dijo Arias, "Franco ha muerto". Estaba hecho polvo.

El último presidente de un gobierno de Franco leyó a continuación el último mensaje del caudillo: "por el amor que siento por nuestra Patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz, y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que me habéis brindado, y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido".

Durante tres muy fríos días Franco recibió una masiva despedida antes de ser enterrado en el Valle de los Caídos. Cientos de miles de españoles soportaron larguísimas colas en la madrileña plaza de Oriente para pasar respetuosamente por delante de su cuerpo presente. La mayoría, que no había conocido otro jefe de Estado, pertenecía a la ya numerosa clase media que Franco presumía haber creado.

Cincuenta años después, Franco ya no está en la basílica que mandó construir en la sierra de Guadarrama. El actual presidente del Gobierno, que tenía tres años aquel 20N, quiere que futuras generaciones le recuerden por haberle exhumado. El templo de Cuelgamuros será "resignificado" y, también de acuerdo con la Ley de Memoria Democrática, cualquier muestra de afecto por y de lealtad a Franco puede ser castigado.

A los dos días de la muerte de Franco, su sucesor anunció ante las Cortes orgánicas de la dictadura el comienzo de una "nueva etapa en la historia de España". Don Juan Carlos dijo que quería ser el Rey "de todos a un tiempo y de cada uno en su cultura, en su historia y en su tradición".

La meta del Rey era una monarquía constitucional y parlamentaria. Franco había presidido un partido único y fue el jefe del Estado de los vencedores en la Guerra Civil. Don Juan Carlos, como heredero de Franco, representaba la continuidad pero no el continuismo del régimen. En adelante se veneraría el pluralismo político y la diversidad cultural.

Medio siglo después, don Juan Carlos, que cumplirá 88 años en enero, no goza del "apoyo de........

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