La opacidad como regla
Por increíble que parezca en pleno siglo XXI en que estamos en la antesala de un salto cuántico en cuanto al uso de tecnología artificial y cambios importantísimos en lo que debe suceder con las economías locales, regionales y globales, hay países que están empecinados en engañar a la población y no meterse en la ola de evolución hacia una mayor transparencia y rendición de cuentas. En su lugar, países retrógrados como es el caso de México en estos momentos y por los últimos siete años, han determinado que lo que es rentable política y electoralmente es engañar al electorado con una retórica de defensa a ultranza de la nación y de una falsa austeridad, aunque ello conlleve a hacer que el país pierda su turno ante esta oportunidad irrepetible.
Pero el problema no para ahí. Es mucho más grave. Lo que los dos gobiernos federales de Morena han hecho en los últimos siete años es que han privilegiado el que todas las decisiones que se tomen sean sobre la base de que nadie sepa o se pueda enterar de lo que realmente implican las alternativas de fondo. Morena se auto atribuye como el intérprete de la voluntad popular. Ellos se dicen como los que saben lo que mejor conviene al país, y para ello no es necesario seguir procedimientos, concursos, licitaciones, ni nada que se le parezca. Incluso han llegado a resolver que el uso presupuestal es tan discrecional que no requiere un escrutinio de forma alguna y que se permiten provocar que las adjudicaciones directas de contratos públicos sean de hasta el 85% del presupuesto federal.
Y siguen las complicaciones. No contentos con haber hecho un dispendio total de lo que se encontraron en las arcas nacionales, optaron por impulsar que las fuerzas armadas se hicieran cargo de la ejecución de las grandes obras oficiales. Al hacerlo así provocaron varias cosas. Los militares se sintieron empoderados al manejar enormes recursos públicos, se propició la pauperización de las finanzas públicas, se permitió que los proyectos se catalogaran como de seguridad nacional para no ser auditables, se ejecutaron las obras sin estudios o criterios de viabilidad operativa o económica, y al final del día se dieron los efectos de un derroche total de recursos sin sentido alguno.
Pero no contentos con estos grandes escollos, decidieron ir aún más a fondo y pasar a institucionalizar la imposibilidad de allegarse información de lo que hacen con los recursos públicos. Bajo el estúpido argumento de un gasto alto de operación,........
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