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La mente criminal y el Estado que no la entiende

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15.10.2025

La seguridad pública mexicana enfrenta un punto de inflexión histórico. A pesar de los avances tecnológicos y la expansión de capacidades operativas, la violencia y la criminalidad se mantienen en niveles críticos. Los cuerpos policiales, muchas veces sobrecargados y carentes de formación científica, operan bajo modelos reactivos que priorizan la contención por encima de la comprensión del fenómeno delictivo. Frente a esta crisis estructural, las neurociencias emergen como un campo capaz de ofrecer una transformación profunda, al introducir una comprensión empírica y biológica del comportamiento humano en el corazón de las estrategias de seguridad pública.

Las neurociencias, entendidas como el estudio del sistema nervioso y sus implicaciones en la conducta, abren una nueva dimensión en la formulación de políticas públicas de seguridad. Diversos estudios —como los de Adrian Raine (2013) en The Anatomy of Violence— demuestran que los comportamientos delictivos no surgen en el vacío, sino que responden a interacciones complejas entre biología, entorno y aprendizaje. Esta visión permite pasar de un modelo punitivo a uno preventivo y predictivo, donde la política criminal se nutre de evidencia empírica sobre cómo el cerebro procesa impulsos, emociones y toma de decisiones.

En países como Reino Unido y Países Bajos, los programas de neurocriminología aplicada han permitido desarrollar sistemas de análisis conductual que integran datos biológicos, psicológicos y sociales para mejorar la precisión en la detección de riesgos y la reinserción social. México podría adaptar estos enfoques a su contexto, combinando la neurociencia con tecnologías........

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