El derecho a la palabra
A estas alturas de la película —y de la vida— que cuatro inútiles con el cerebro tan lleno de consignas como vacío de conocimiento intenten dejarme sin el derecho a la palabra, no me sorprende nada. Son muchas las veces que he sufrido la ira de la intolerancia, a veces por parte de la extrema derecha, que me ha montado algunos ruidosos espectáculos. Recuerdo una vez, en la Feria del Libro de Madrid, cuando presentaba la versión castellana de mi libro Carta a mi hijo adoptado, cómo un puñado de militantes de la ultraderecha se pusieron delante del puesto donde yo firmaba, y empezaron a lanzarme todo tipo de insultos y los dogmas de fe pertinentes, en este caso vinculados al “Viva España” y etcétera. Pretendían que me marchara de la Feria porque no era bienvenida, cosa que no consiguieron. Me mantuve impertérrita. En situaciones de este tipo tiendo a desarrollar mi instinto resiliente: nunca un paso atrás, ni para tomar impulso. Debo decir que en aquel caso recibí el apoyo de otros escritores que había en la Feria, especialmente de Arturo Pérez-Reverte, que firmaba a mi lado.
Al mismo tiempo, también he tenido considerables “movidas” con grupos salafistas y amigos del grupo de las cosquillas progremulticultureta a raíz de la publicación de dos libros míos que hicieron bastante ruido: La República Islámica de España y el Prou, los dos de denuncia de la infiltración salafista en Catalunya, y los riesgos para la democracia que representa. Sufrí amenazas, ataques, insultos, me hicieron una querella —que nadie admitió—, tuve que ir con protección policial, e incluso me montaron alguna manifestación. Una de ellas acabó siendo un espectáculo daliniano. Yo presentaba el libro sobre Artur Mas, La màscara del rei Artur en Vic, con mi querida Sor Lucía.........
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