Dolor, caos y solidaridad
Una misma tragedia y tres miradas. La primera, el dolor. Un dolor insufrible, captado en miles de imágenes del horror, coches que se amontonan encima de víctimas, riadas que se llevan a familias enteras, sótanos inundados donde la muerte ha exigido su tributo. La tragedia del País Valencià es tan terrible que no hay palabras que contengan tanta desolación, atrapados en la inevitable inutilidad del lenguaje.
Como ponerse en la piel de tanto desconsuelo..., una madre que se despide de su pequeño, convencida de que no sobrevivirá, un hombre que se desespera por intentar salvar a su hija, arrastrada por el torrente de agua, unos abuelos que intentan llegar a un rincón seguro, las pesadas piernas hundidas en el agua. Y por todas partes, los objetos que eran el escenario cotidiano, el marco confiable de la vida de cada uno: unos muebles reventados que decoraban el comedor de una familia; las muñecas de una infancia feliz que quedan inertes en un rincón, aplastadas por la fuerza del agua; una pelota que flota en un charco, inútil y triste; pilas de ropa secuestrada de su paz de armario, convertida en desperdicios; centenares de coches amontonados como si fueran un grotesco espectáculo daliniano, la mueca de la tragedia... El agua ha llegado en tromba, incluso sin lluvia, riadas de caudales desbocados que han redefinido el paisaje a su paso. Nada es reconocible, la placita del pueblo, las calles de siempre,........
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