Unión Europea: salir de la decadencia, alcanzar el siglo XXI
La política es tan antigua como la humanidad. De hecho, es más antigua, ya que sabemos que también se da en colectividades de mamíferos y primates (coaliciones, "golpes de Estado", etc.; vean, por ejemplo, los recomendables libros del primatólogo Frans de Waal). Para entender bien la política en cualquier contexto humano, resulta más que conveniente tener conocimientos de ciencias, de filosofía y de historia.
Las ciencias —biología, evolución, bioquímica, primatología, neurociencias, etc.— nos dan claves sobre componentes imprescindibles (bases emocionales, elementos competitivos y cooperativos, egoístas y empáticos, etc.) para entender el comportamiento individual y grupal de unos humanos a los que les va, al mismo tiempo, demasiado grande y demasiado pequeña la etiqueta de "sapiens". Tanto para bien como para mal.
La filosofía ayuda a pensar mejor cómo pensamos. Entre otras cosas, nos advierte de los espejismos conceptuales que creamos con nuestras ideas y nuestros lenguajes. Nos facilita la tarea de ponernos en guardia cuando nos sentimos cómodos en el terreno de meras abstracciones morales o políticas que no están arraigadas en el mundo empírico o práctico. Unas abstracciones legitimadoras (justicia, bien, libertad, igualdad, etc.) sobre las que se construyen a menudo teorías políticas que algunos pretenden que son más profundas cuanto más abstractos son los términos que emplean en sus razonamientos. Es la falacia de la abstracción. Una falacia en la que caen a........
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