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Ostentación, insolencia, sobriedad y política…

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Nunca me han gustado los santurrones ni los mojigatos que critican severamente todo como si fueran impolutos (nunca lo son). Siempre he detectado un tufo de hipocresía en ellos.

Tampoco me agradan los nuevos ricos que ostentan procazmente, ni los viejos ricos y su exhibicionismo grosero.

Unos y otros son iguales de vulgares, me parece: unos por mustios, los otros por insolentes.

¿De qué estamos discutiendo entonces al abordar los excesos de algunos miembros de la nueva clase gobernante, la 4T?

De libertad, pero también de sobriedad.

De derechos, pero también de congruencia.

En primer lugar, para mí, está la libertad: cada quien se puede gastar el dinero que percibe como mejor le parezca. Y subrayo: el dinero bien habido, no recursos públicos desviados para usufructo personal.

Si el senador Gerardo Fernández Noroña quiere gastar $100 mil o $200 mil pesos de su sueldo para viajar en Business Class de Air France, está en su derecho. Es su lana aterciopelada.

Si Andrés Manuel López Beltrán (hijo de AMLO) quiere usar su salario como dirigente de Morena para pernoctar en el hotel Okura en Tokio, donde por cada noche paga $118 mil 573 yenes ($800 dólares, $15 mil pesos) en la habitación menos cara (Prestige Bath with view), allá él, está en su derecho meterse a la tina y disfrutar un ventanal con vistas a Tokio desde la Prestige Tower. Lost in translation, es su billete, es su prestigio. Creo que su padre jamás hizo eso, pero él no es su padre, él puede hacer lo que le plazca con su cash y sus tarjetas.

Si el senador Ricardo Monreal quiere reventarse $54 mil pesotes en una botella de........

© El Universal