Nunca llegamos
En tres días consecutivos fui en coche de Vallejo a la Doctores, y de ahí a Fray Servando y Santa Anita. Fui de Naucalpan al Río Consulado y luego a Santa Fe, o lo mejor fui al revés pero a estas alturas ya ni lo recuerdo. Fui de la calle de Tacuba al rumbo de Polanco, y luego fui al Canal de Miramontes y al infierno de Tlalpan, el purgatorio de Churubusco, la pesadilla de Universidad y de Gabriel Mancera y del Viaducto.
Un perro destripado. Unos tenis colgando de un cable. Basura, baches, topes, ruido de aviones, de motores, de claxon.
Ricardo Castillo escribió en 1984: “Para nosotros lo peor ha pasado / lo que le pase al mundo / solo será un escándalo que muy pocos podrán leer”. “Cómo pudo volverse el paraíso un hoyo negro”, se preguntó Herman Bellinghausen en 1992. “De pronto es la ciudad que nos persigue”, confirmó Carlos Santibáñez en un poema de 1993.
“De la tranquilidad no queda ahora / más que el nombre”, escribió Jaime Labastida en 1975. Manuel Illanes apuntó en 2016: “Solo hay espacio para el apuro / y su traje de........
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