Hormigas
Éramos como hormigas avanzando por los pasillos del metro. Cuando una de nosotras se paraba, el resto, más que nada por obligación, debía pararse y esperar. Filas interminables de personas sudorosas, en verano y en invierno, progresaban despacio hasta llegar al andén y esperar el turno para subir a su vagón. Torrente humano, laberinto de cuerpos, mar de miradas que se pierden y anhelan la superficie.
En el interior mecánico del tren que las lleva al trabajo, las hormigas piensan en el día que les queda por delante. Documentación que rellenar, casas por limpiar, noticias sin escribir. Los rostros plomizos aguantan los tirones de cada acelerón y los empujones tras cada frenazo. Las hormigas se apoyan unas sobre otras porque no hay asientos ni barrotes metálicos para todas y no queda más remedio que sentir otros cuerpos y oler otros sudores.
Temprano, en los primeros viajes, todavía hay espacio para el sosiego, los........
© El Salto
visit website