No habrá justicia climática sin la liberación de Palestina
Estos días se celebra en Belém do Pará la COP30, la cumbre anual de los países signatarios de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Dos semanas de negociaciones sobre mecanismos de reparación, transición ecológica justa o financiación, en busca de respuestas eficaces ante la catarsis climática a la que nos enfrentamos.
Mientras tanto, Gaza sigue en llamas. Mientras se le prohíbe la entrada a las negociaciones oficiales a los pueblos indígenas, a quienes más sufren en sus carnes el drama del cambio climático, a las víctimas del capitalismo fósil y a quienes podrían aportar algunas respuestas a muchos de los retos que se plantean, las representaciones de los 85 países señalados por Francesca Albanese en su último informe como cómplices necesarios del genocidio, y empresas como Maersk o BP, que se lucran a costa de las vulneraciones de derechos contra el pueblo palestino, se pasean alegremente por los pasillos del centro de convenciones.
El nivel de destrucción provocado por Israel, y facilitado por esa red de complicidad criminal, es tal que muchas voces hablan ya de un genocidio y un ecocidio simultáneos: la aniquilación de toda forma de vida posible, una nueva vuelta de tuerca en la desposesión capitalista que siempre ha sido colonial, patriarcal y violenta.
El establecimiento del Estado de Israel........





















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