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La inteligencia artificial y el olvido de la ética: Nadie debe ser utilizado para fines ajenos sin su consentimiento y toda acción debe reconocer...

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Quizás ha llegado el momento de detenernos a pensar, con la seriedad que exige el presente, en los dilemas que plantea el avance indetenible de la inteligencia artificial. No se trata de resistir la tecnología ni de adoptar una postura catastrofista, sino de asumir que estamos ante una herramienta extremadamente poderosa, pero también esencialmente ciega en el terreno moral. La IA no tiene conciencia, no conoce la compasión ni puede ponderar el bien o el mal por sí misma. Esa tarea sigue recayendo en nosotros. Por eso, el gran desafío de nuestra época es desarrollar un pensamiento crítico que, orientado por la dignidad humana y el bien común, pueda mantenerse a la altura –y al ritmo– de esta aceleración tecnológica.

El filósofo francés Paul Virilio advertía que todo avance técnico conlleva, inseparablemente, su propio accidente. Según él, cuando se inventa el barco, se inventa también el naufragio; cuando se crea el avión, aparece el accidente aéreo; cuando nace la electricidad, nace también la electrocución. La innovación técnica y su potencial destructivo son dos caras de la misma moneda. En el caso de la inteligencia artificial, quizás el “accidente” no sea físico ni inmediato, sino más complejo y profundo: el olvido de la ética. Un olvido que puede repercutir desde el ámbito político hasta los cimientos de lo que entendemos por humanidad.

En la esfera política, ya hemos sido testigos de algunos efectos concretos.........

© El Periódico