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El avance de la ultraderecha: poder, incentivos y erosión democrática

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19.12.2025

Si la ultraderecha parece imparable no es porque tenga mejores ideas, sino porque administra mejor la atención y explota el miedo como recurso político. La resistencia democrática hoy no se juega solo en las urnas, sino también en cómo cuidamos el espacio mental colectivo.

La ultraderecha avanza en Chile, en Europa, en Estados Unidos y en cualquier lugar donde el algoritmo detecta que el miedo genera más clics que la esperanza. No apareció por generación espontánea ni por un súbito “giro cultural”: llegó cómodamente sentada sobre la concentración obscena de poder en manos de magnates tecnológicos, la desigualdad estructural, las crisis encadenadas –pandemia, cambio climático, guerras– y una ciudadanía exhausta a la que se le exige pensar críticamente mientras hace malabares para pagar el arriendo. Un caldo de cultivo perfecto para autócratas, populistas y vendedores de soluciones simples a problemas que no caben en un tuit.

En Chile, luego de una elección presidencial, este fenómeno no se vive como teoría comparada, sino como tragicomedia nacional: cifras inventadas, promesas mágicas, enemigos imaginarios y discursos moralizantes que se escandalizan con una mano mientras, con la otra, proponen impunidades varias. Todo esto, amplificado por un ecosistema mediático donde la noticia falsa corre con zapatillas de alta gama y la verdad camina con bastón, pidiendo permiso para hablar.

Desde la política sabemos que no se trata solo de ideas, sino también de poder, incentivos y de un proceso de erosión democrática. Desde la neurociencia no se trata solo de ignorancia, sino de cerebros permanentemente activados en modo amenaza. El algoritmo no es neutral: premia la rabia, el escándalo y la certeza absoluta. El cortisol es altamente viral. La dopamina fideliza audiencias. La deliberación democrática, en cambio, no genera engagement. Y así, entre un scroll y otro, el debate público se transforma en un ring emocional donde gana quien grita más fuerte, no quien piensa mejor.

Pero hagamos una pausa incómoda, porque si no lo decimos, nos convertimos en comentaristas indignadas del........

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