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Pregunta a los aspirantes a La Moneda: ¿quién se beneficia de la riqueza que produce Tarapacá?

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El verdadero progreso no radica en la riqueza mineral en sí misma, sino en la capacidad de transformarla en oportunidades compartidas, de modo que Tarapacá deje de ser un territorio explotado y se convierta en la vanguardia de un Chile inclusivo, innovador y sostenible.

El Norte Grande –particularmente la Región de Tarapacá– debería ser declarado formalmente como una zona de sacrificio por el Estado. Nuestro territorio ha sido, desde tiempos precolombinos y coloniales, un espacio fértil para la extracción de recursos no renovables. Durante el ciclo del salitre, gran parte de los beneficios se destinaron a financiar la Guerra del Pacífico y, cuando el mercado colapsó, la región fue abandonada a un destino de olvido, hambrunas, huelgas obreras y matanzas que aún marcan la memoria colectiva, como La Coruña y la Escuela Santa María.

Sin embargo, esa misma industria modificó para siempre el rumbo del país. El ADN pampino, forjado en la dureza del desierto más árido del mundo, y una industria extractiva, transformaron la filosofía y sobre todo el pilar económico del país. A partir de este momento Chile dejó de ser un país agrícola para convertirse en un país minero. De esta manera, con el tiempo, se descubrieron los gigantescos yacimientos porfídicos de cobre-molibdeno en la cordillera principal y otros en las diversas morfoestructurales de nuestro territorio, consolidando un nuevo ciclo extractivo que aún se mantiene vigente en nuestra economía e identidad.

Hoy, la minería del cobre no solo sostiene buena parte de la economía chilena, sino también la posición geopolítica del país en el mundo. Basta recordar el episodio en que el expresidente Donald Trump decidió excluir al cobre chileno de los aranceles aplicados a otras materias primas: un gesto que reveló de manera........

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