El fascismo antiwoke
Desde las trincheras utilizan estratégicamente la “cultura de la cancelación”, de la que tanto se quejan, para recubrir con la retórica de la libertad de expresión lo que cabría entender como un “derecho a ofender”. Lo hacen para proteger el lenguaje racista y discriminatorio.
A inicios de los años 90 la extrema derecha, autoritaria o filofascista, ocupaba un espacio marginal en la mayoría de los países occidentales. La ola democrática de fines de los 80 inauguró un breve período, relativamente optimista, en que se pensó que una izquierda de fuertes convicciones democráticas podría convivir con una centroderecha de inspiración liberal-conservadora, capaz de llegar a acuerdos de corto y largo plazo.
Desde ese momento, sin embargo, hemos visto un regreso gradual pero consistente de opiniones, discursos y agendas políticas de derecha radical, autoritaria y violenta en todo el mundo. Gradualmente este sector se ha convertido en un actor fuerte, poderoso y envalentonado, naturalizando ideas y puntos de vista que hasta finales del siglo XX se consideraban depravados y moralmente repudiables. Lo políticamente repugnante hoy se puede publicar sin problemas, llamando públicamente a exterminar inmigrantes haitianos, publicando el libro del funcionario policial que dejó ciego a Gustavo Gatica o boicoteando el Censo por medio de las más desquiciadas teorías de la conspiración.
El objetivo ha sido instalar un nuevo sentido común, que reconfigure las políticas públicas. Al inicio solo se trataba de radicalizar las políticas antimigración y atacar la independencia del Poder Judicial acusando garantismo excesivo, pero luego han avanzado a socavar y deslegitimar los procesos democráticos, instalando la desconfianza en las elecciones, instigando la restricción de la libertad de expresión y........
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