El desarrollo rural del Caribe está enterrado bajo sus trochas
En el Caribe colombiano, el desarrollo rural no se mide únicamente en indicadores técnicos, sino en la cantidad de barro que se pega a las botas de un campesino cuando intenta sacar su cosecha. Cada invierno las trochas se convierten en trampas de lodo, y en verano esas mismas rutas se transforman en zanjas de polvo y piedra que quiebran motos, averían camiones y agotan la paciencia. Detrás de esa escena cotidiana, visible en las sabanas de Córdoba, los Montes de María o La Mojana, se esconde una verdad incómoda: el futuro del campo caribeño continúa enterrado bajo sus propias vías terciarias. Y no es coincidencia que donde termina la carretera, también desaparezcan la asistencia técnica, el crédito oportuno y la presencia efectiva del Estado.
Según el diagnóstico del Invías y el Conpes 3981, el 78% de la red terciaria del Caribe está en mal o regular estado. Ese dato no es un tecnicismo: es la causa directa de pérdidas económicas, desánimo rural y rezagos estructurales. En municipios como Moñitos y San Bernardo del Viento, donde se cultiva uno de los plátanos más apreciados del país, buena parte de la producción pierde valor antes de llegar a Montería o a los centros de acopio. Un trayecto que debería tomar minutos puede extenderse por horas. Cada hueco, cada bache y cada tramo erosionado representa una disminución en el precio y una barrera silenciosa contra la competitividad. Colombia posee cerca de 142.000 kilómetros de vías terciarias, pero solo una fracción está pavimentada y alrededor de una quinta........





















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